Visualizar
Por siglos, los pueblos de la Mixteca han configurado sus territorios no solo a partir de líneas y fronteras visibles, sino también mediante historias, símbolos y rituales. Caminar junto con la comunidad es una forma de descubrir cómo los espacios cobran sentido más allá de la geografía física. Durante mi trabajo de campo en Yanhuitlán, Oaxaca, acompañé a autoridades y habitantes en recorridos con diferentes objetivos; en estos trayectos se abrían paso memorias, narraciones y gestos que dan vida al territorio.
El paisaje mixteco, de lomas rojizas y barrancas erosionadas, forma parte de una historia de largo aliento. Estos suelos, conocidos como Formación Yanhuitlán, han sido estudiados por geógrafos y geólogos por su origen lacustre y por la huella que la erosión ha dejado en el horizonte. Sin embargo, para las comunidades, más allá de lo geológico, el paisaje es un tejido de narraciones, actividades y experiencias. La urdimbre de la tierra comunal se sostiene por las prácticas sociales como el tequio y la gueza, en las fiestas y en la organización local. Así se sostiene la vida comunitaria.
Pensamos en la territorialidad como una categoría de larga duración que se transforma sutilmente y que sobrevive a los cambios sociales. Se expresa en mitos, rituales y ceremonias, donde los lugares adquieren un valor sagrado y donde las fronteras no son simples líneas, sino símbolos que definen las relaciones comunitarias e intercomunitarias, como lo afirma Alicia Barabas (2004). Así, las fronteras mixtecas son porosas y dinámicas, muy distintas de las geopolíticas.
“Visualizar” es representar mediante imágenes un fenómeno. En este caso, como parte de mi investigación doctoral, he buscado trazar las líneas históricas y simbólicas que atraviesan las prácticas comunitarias aunque no sea posible verlas físicamente.


